En la creencia común y superficial se cree que el amor a los animales se expresa mediante cariño, amor, besos a los perros y gatos que tienes en tu casa. Sin embargo, si miras con detenimiento, ese amor está dividido y no es coherente. Es un amor de marketing, de propaganda, para ocultar el verdadero sufrimiento, atropellos, violaciones de los animales en el uso de los productos alimenticios en los miles de campos de concentración, donde matan, acuchillan, destrozan a millones de animales sin piedad.
El animal humano es peor que el animal animal. Somos muy estúpidos porque no consideramos al animal como un ser sintiente, que siente frío, angustia, enfermedades, dolor. El escritor colombiano Fernando Vallejo lo explica en su artículo Mi otro prójimo en la revista Soho:
"Compárese usted con un perro y verá: usted y él tienen dos ojos, dos oídos, una nariz con dos orificios nasales, boca u hocico con dos hileras de dientes, un sistema circulatorio con venas y arterias y sangre roja con hemoglobina, pulmones para respirar, un sistema digestivo que procesa los alimentos y los excreta, etc., etc. Y sobre todo, que es lo que cuenta para la tesis que voy a sostener aquí, un sistema nervioso con el que usted y el perro sienten el dolor, el hambre, la sed, la angustia, la alegría, el miedo... Un sistema nervioso, que es el que produce el alma"
Sin embargo, no nos importa. Nos gusta comer carne y cerrar los ojos. La idiotez no es comer carne, ni tampoco matar a los animales para comer, sino hablar del "amor a los animales", generalizando. En realidad somos estúpidos, violentos y atrasados frente al tema. Por eso, es más acertado hablar del amor a cierto tipo de animales, como los perros o gatos, que abanderar idioteces como el animalismo. Hablar del "amor a los animales" es una sonora y enorme estupidez, una fantasía de la cual no estamos preparados para experimentar.
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